Gran Bailiazgo del Paraguay

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Templarios del Paraguay

 

 

Origen de los Templarios

La Orden de los Pobres Caballeros de Cristo del Templo de Salomón (en Latin: Pauperes Commilitones Christi Templique Salomonici), también llamada la Orden del Templo (y a menudo se dice en la forma afrancesada Orden del Temple), cuyos miembros son conocidos como caballeros templarios, fue una de las órdenes monásticas militares católicas más poderosas de la Edad Media. Se mantuvo activa durante algo menos de dos siglos. Fue fundada en 1118 o 1119 por nueve caballeros franceses liderados por Hugo de Payns tras la primera cruzada. Su propósito original era proteger las vidas de los cristianos que peregrinaban a Jerusalén tras su conquista (principalmente desde la ciudad portuaria de Jaffa). La orden fue reconocida por el patriarca latino de Jerusalén Garmond de Picquigny, que le impuso como regla la de los canónigos agustinos del Santo Sepulcro. Esta regla, dentro del contexto templario, es conocida como Regla latina. Apenas creado el reino de Jerusalén y elegido Balduino I como su segundo rey, tras la muerte de su hermano Godofredo de Bouillón, algunos de los caballeros que participaron en la Primera cruzada decidieron quedarse a defender los Santos Lugares y a los peregrinos cristianos que viajaban a ellos. Balduino I necesitaba organizar el reino y no podía dedicar muchos recursos a la protección de los caminos, ya que no contaba con efectivos suficientes para hacerlo. Esto, y el hecho de que Hugo de Payens fuese pariente del conde de Champaña (y probablemente pariente lejano del mismo Balduino), llevó al rey a conceder a aquellos caballeros un lugar donde reposar y mantener sus equipos, así como a otorgarles derechos y privilegios, entre los que figuraba un alojamiento en su propio palacio, que no era sino la mezquita de Al-Aqsa, ubicada en el interior de lo que en su día había sido el recinto del Templo de Salomón. Y, cuando Balduino abandonó la mezquita y sus alrededores como palacio para fijar el trono en la Torre de David, todas las instalaciones pasaron, de hecho, a los templarios, que de esta manera adquirieron no solo su cuartel general, sino su nombre. Aprobada oficialmente por la Iglesia católica en 1129, durante el Concilio de Troyes (celebrado en la catedral de la misma ciudad), la Orden del Templo creció rápidamente en tamaño y poder. Los caballeros templarios tenían como distintivo un manto blanco con una cruz ancorada roja sobre él. El 24 de abril de 1147, el papa Eugenio III les concedió el derecho a llevar permanentemente “la cruz sencilla, pero ancorada o patada, que simbolizaba el martirio de Cristo, de color rojo, porque el rojo era el símbolo de la sangre vertida por Cristo, pero también de la vida. La cruz estaba colocada en su manto sobre el hombro izquierdo, encima del corazón.” Militarmente, sus miembros se encontraban entre las unidades mejor entrenadas que participaron en las cruzadas. Los miembros no combatientes de la orden gestionaron una compleja estructura económica dentro del mundo cristiano. Crearon, incluso, nuevas técnicas financieras que constituyen una forma primitiva del moderno banco. La orden, además, edificó una serie de fortificaciones por todo el mar Mediterráneo y Tierra Santa. Los templarios, cuya sede estaba en Jerusalén y después en Acre, fueron una élite importante de los ejércitos cruzados. Con el tiempo, los caballeros templarios llegarían a ser muy poderosos, llegando a controlar tierras y castillos por toda Europa.

La Orden del Temple se identifica íntimamente con las Cruzadas. Nace como consecuencia de la primera y muere poco después de que se hiciera imposible el último proyecto de ellas. Así pues la Orden del Temple perdura exactamente dos siglos, desde inicio del XII al principio del XIV. 14 Vamos pues a contar un poco la historia de la “Orden de los pobres caballeros de Cristo y del templo de Salomón” o sencillamente los “Templarios”. “Un Caballero de Cristo es un cruzado en todo momento, al hallarse entregado a una doble pelea: frente a las tentaciones de la carne y la sangre, a la vez que frente a las fuerzas espirituales del cielo. Avanza sin temor, no descuidando lo que pueda suceder a su derecha o a su izquierda, con el pecho cubierto por la cota de malla y el alma bien equipada con la fe. Al contar con estas dos protecciones, no teme a hombre ni a demonio alguno.” (Historiador Jacques de Vitri- Origen del Temple) En la primavera del año 1118, nueve caballeros con Hugo de Payens a la cabeza y a similitud de los ya existentes “Caballeros del Santo Sepulcro”, fundan una nueva orden de caballería, con el beneplácito del rey de Jerusalén Balduino II. Nacen los Templarios. El primer Maestre, Hugo de Payens, nació en un noble caserío cercano a Troyes en el año 1080. Tenía una sólida educación cristiana y un hábil manejo de las armas, y desde muy joven sintió la misma vocación de monje que de soldado. Es durante la primera cruzada cuando el joven Hugo, quien luchó en ella enrolado en las tropas del conde Hugo de Vermandois, hermano del rey de Francia, se da cuenta de que es posible aunar sus dos vocaciones con la creación de una nueva orden religioso militar, la primera de estas características. En esas circunstancias no le fue difícil encontrar a otros ocho caballeros que fueron los fundadores de la orden a saber: 

        • Hugo de Payens 
        • Godofredo de Saint-Omer 
        • Godofredo Bisol 
        • Payen de Montdidier 
        • Archembaud de Saint Aignant 
        • Andrés de Montbard 
        • Gondemar 
        • Hugo Rigaud 
        • Rolando 

En 1118 se reunieron en Jerusalén para consagrarse al servicio de Dios, realizando los votos de pobreza, castidad y obediencia ante el Patriarca de Jerusalén, comprometiéndose a defender a los peregrinos contra los bandidos y ladrones, a proteger los caminos y a constituir la caballería del Rey Soberano. No se le escapó al rey de Jerusalén Balduino II la importancia del paso que acababan de dar aquellos caballeros y decidió protegerlos cediéndoles como primera providencia una parte de su palacio situada en lo que fuera el Templo de Salomón; concretamente donde los musulmanes habían construido la mezquita de Al-Aksa. Más tarde los monjes custodios del Santo Sepulcro, les ceden un terreno contiguo a las caballerizas. Según los historiadores los nueve años que permanecieron aquí son un misterio, ya que eran sólo nueve caballeros y durante todo ese tiempo no permitieron la entrada de nuevos caballeros en la Orden. Se especula en que para sólo nueve personas era muy difícil proteger los caminos de Jaffa Ramleh Jerusalén pues se precisan más hombres para que tuvieran la efectividad que se dice. Algunos historiadores piensan que aunque solo fueran nueve los caballeros, debían tener una pequeña tropa regular de soldados a sus órdenes. 16 En 1127 Hugo de Payens y cinco de sus hombres con una carta de presentación del Rey Balduino II y financiados por él, viajan a Europa. En esa carta se pide a la iglesia que dé protección a ese grupo de hombres y les ayude a cumplir su misión. Misión que era la de dar a conocer la Orden entre la nobleza europea y reclutar hombres para la Orden, o lo que es lo mismo para la protección de Tierra Santa. La misión más importante era la de obtener la protección de Bernardo de Claraval, sobrino de Andrés de Montbard, para obtener la autorización eclesiástica para la fundación de la Orden y la aprobación de su regla de vida. En ese momento los Templarios habían recibido de los canónigos del Santo Sepulcro la misma Regla de San Agustín que ellos profesaban, pero el abad de Claraval deseaba algo más próximo y original para sus nuevos protegidos, ya que estos colmaban su propia idea de sacralización de la milicia. La nueva regla del Temple fue realizada por Bernardo de Claraval, fue escrita en latín, contaba con sesenta y ocho artículos y una introducción que resaltaba la dimensión de religiosos de los monjes- soldados. Bernardo gestionó una positiva acogida por parte del Papa Honorio II, a quien los fundadores del Temple estaban a punto de visitar en Roma, instando al Pontífice a celebrar un Concilio en el que quedara reconocida por la Santa Sede la nueva Orden del Temple. En la primavera de 1228 se celebró el Concilio extraordinario de Troyes con nutrida asistencia de prelados franceses y de territorios próximos: dos arzobispos, diez obispos, siete abades, dos escolásticos e infinidad de personajes eclesiásticos, todo ello bajo la presidencia del legado papal, el cardenal Mateo de Albano. En este Concilio y gracias a la destreza del abad Bernardo de Claraval, fueron por fin reconocidos oficialmente y se les impuso un manto blanco como distintivo, años más tarde, el papa Eugenio III, añadió una Cruz Roja Octogonal. Los rangos y honores que se establecieron en la orden fueron: 

        • Sirvientes (aspirantes)
        • Escuderos 
        • Caballeros 
        • Priores 
        • comendadores 
        • Maestres 
        • Gran Maestre 

Cuando se llegaba a ser caballero, se juraba cumplir con los votos de pobreza, castidad y obediencia, con ello todos los bienes del recién iniciado pasaban a formar parte de la orden. En 1130 después del Concilio se dedican a recorrer Francia en busca de caballeros y donaciones para la Orden. Consiguen importantes dádivas de la mayoría de las casas reinantes y establecen las bases de las provincias templarias en el continente, Inglaterra y Escocia. El balance de lo obtenido es muy positivo, en hombres más de trescientos caballeros (segundones de las casas nobles) son los que embarcan a Tierra Santa. En donaciones además del oro se han conseguido los “relief” de importantes feudos y la propiedad de iglesias, derechos de limosna de determinadas iglesias en días estipulados, granjas y lugares. En prestigio puede decirse que tanto la Iglesia como los seculares conocen ya la nueva milicia. Antes de partir hacia Tierra Santa, Hugo de Payens nombra a Payen de Montdidier maestre de Francia. El 24 de Mayo de 1136 fallece Hugo de Payens. Le sucede Roberto de Craon, llamado el “Borgoñés”, un noble proveniente de Anjou. Si con Hugo de Payens se funda y da a conocer la Orden en Europa, con Roberto de Craon se consolida, se crea una base sólida y la estructura para poder gobernarla con eficiencia. A lo largo de su maestrazgo muestra dotes de líder hábil y diplomático. Tiene la sensatez de renunciar a la herencia de Alfonso I de Aragón y consigue importantes privilegios de la Iglesia. 18 El 29 de marzo de 1139 se promulga la bula “Omne Datum Optimum”, que fue la carta magna de la orden. En ella Inocencio II libera al Temple de toda sujeción a la autoridad eclesiástica, excepto a la del Papa y concede además otros importantes privilegios: 

        • Les permite conservar el botín tomado a los sarracenos, 
        • Sitúa a la Orden bajo la tutela exclusiva de la Santa Sede, de manera que únicamente dependerá de la autoridad del Papa. 
        • Reseña que la autoridad de la Orden recae en el Maestre y sitúa la casa capitana en Jerusalén. 
        • Estipula que para poder ser elegido Maestre debe tener la condición de hermano profeso y ser elegido entre todos los hermanos. 
        • Prohíbe modificar la regla solo tiene esa facultad el maestre con la venia del capítulo. 
        • Prohíbe que se exija a la Orden ningún tipo de servicio u homenaje feudal. 
        • Prohíbe que los que abandonan el Temple puedan ser admitidos en otras ordenes, salvo con la autorización del maestre. 
        • Les autoriza a tener sus propios capellanes, quedando estos fuera de la jurisdicción diocesana. 
        • Concede a la orden la facultad de construir oratorios en lugares anexionados al Temple, para orar y ser enterrados allí. 

En 1144 la bula “Militia Templi”, les concede el beneficio de hacer colecta una vez al año en cada iglesia secular. En 1145 la bula “Militia Dei”, dirigida a los obispos, les notifica la autorización al temple para construir sus oratorios. En el año 1170 la Orden se extendía por toda Francia, Alemania, España y Portugal y apenas 50 años más tarde era el 19 imperio económico, militar, político, religioso y científico más importante de Europa con: 

        • Encomiendas (granjas y casas rurales)
        • Un ejército
        • Castillos
        • Una flota propia de barcos (con puertos privados)
        • La primera banca internacional

Era la fortuna más grande de toda Europa, hasta el punto de que reyes como el de Francia o Aragón eran deudores del Temple.

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