ECONOMÍA DE LA ORDEN
La orden creció gracias a las donaciones de los simpatizantes que reconocían la importancia de su papel como defensores de los pequeños estados cristianos de Europa. Otros, desde los más pobres hasta los más ricos, daban lo que podían simplemente por asegurarse una buena vida tras la muerte y, como se podía mencionar a los donantes en las misas y las oraciones, puede que también buscarán una vida mejor en el presente. La orden recibía donaciones de todo tipo, pero las más comunes eran dinero, tierras, caballos, equipo militar y comida. A veces también se donaban privilegios, lo que permitía a la orden ahorrar en sus propios gastos. Los templarios también invertían el dinero en comprar propiedades que producían ingresos, con lo que acabaron poseyendo granjas, viñedos, molinos, iglesias, pueblos y cualquier otra cosa que considerasen una buena inversión.
Otra manera de aumentar las arcas de la orden era gracias a botines y tierras adquiridas como resultado de campañas victoriosas, además de que también podían exigir tributos a las ciudades conquistadas, las tierras bajo el control de los castillos templarios, y los estados rivales más débiles en Europa. Con el tiempo, la orden pudo establecer centros secundarios en la mayoría de estados de Europa Occidental, que se convirtieron en fuentes importantes de ingresos y de reclutas.
Como los lugareños las consideraban lugares seguros, las comunidades y los conventos templarios se convirtieron en depósitos de dinero, joyas y documentos importantes. La orden tenía sus propias reservas de dinero en efectivo, que, ya desde 1130, se aprovecharon como préstamos con intereses. Los templarios llegaron incluso a permitir a la gente depositar el dinero en un convento y, siempre y cuando pudieran presentar la carta adecuada, a transferirlo y retirar el dinero equivalente de otro convento diferente. Otro de sus servicios bancarios primitivos consistía en que la gente podía tener lo que hoy en día se llama una cuenta corriente con los templarios, en la que pagaban depósitos regularmente y acordaban con los templarios el pago, de parte del titular, de una suma fija a quienquiera que nombrara el titular. Para el siglo XIII, los templarios se habían convertido en unos banqueros lo suficientemente competentes y de confianza como para que los reyes de Francia y otros nobles mantuvieran su tesorería con la orden. Los reyes y los nobles que partían a las Cruzadas a la Tierra Santa, para poder pagar a sus ejércitos en el momento y suministrar provisiones, a menudo adelantaban grandes sumas de dinero en efectivo a los templarios para poder retirarlas una vez llegados al lugar de destino. Los templarios incluso prestaban dinero a los gobernantes y así se convirtieron en un elemento importante de la estructura económica cada vez más sofisticada de la Europa medieval.